La Iglesia, existe para evangelizar, ahí está su dicha más profunda y su realización plena (EN 14; Cfr EG 9), incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas (EG 10), con San Pablo dice con ansiedad “¡ay de mí si no evangelizo!” (1 Cor 9,16). La Iglesia ve expresada esta misión en las mismas palabras de Jesús resucitado: “Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos y bauticenlos para consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, enseñándoles a poner por obra todo lo que les he mandado. Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de los tiempos” (Mt 28,19-20). 

En  este “vayan” están presentes los escenarios y los desafíos siempre nuevos de la misión evangelizadora de la Iglesia (EG 20), y todos somos llamados a formar parte de esta “Iglesia en salida”. 

La Evangelización en sentido amplio es toda actividad que realiza la Iglesia para hacer presente esta misión única y universal y la ha de llevar a cabo de modos distintos, en circunstancias diversas, siguiendo un ritmo y un proceso.  Pero «ninguna definición parcial o fragmentaria refleja la realidad rica, compleja y dinámica que comporta la evangelización, si no es con el riesgo de empobrecerla e incluso mutilarla» (EG 176; EN 17). 

El objetivo de la acción evangelizadora de la Iglesia es servir al proyecto de Jesús: “el Reino de Dios”. Jesús que, al iniciar su ministerio en este mundo, ungido del Espíritu de Dios, se presenta  como el gran Profeta, (Lc 4,18), Sumo y eterno Sacerdote (Heb 7,21), Rey del universo (Mt 27, 29), que no vino a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por todos (Mt 20,28). La Iglesia, continuando la acción pastoral de Jesús, a través de los ministerios profético, litúrgico y de caridad (o social), siente el llamado de Jesús a vivir intensamente esas tareas o actividades fundamentales, porque desde los apóstoles han sido y serán siempre como el fundamento y la estructura que cimenta, sostiene y fortalece la Identidad cristiana del creyente y de las comunidades, llevándolos a una madurez en la fe.

La evangelización, en sentido estricto, consiste en anunciar la Buena Noticia, por medio de la proclamación del Evangelio y del testimonio cristiano (Cfr EG 24) a los hombres situados históricamente, para que se conviertan y sean liberados. La misión de la Iglesia tiene siempre como fundamento, centro y vértice de su actividad, la inequívoca proclamación de que “sólo en Jesucristo se ofrece la salvación a todos los hombres como don de la gracia y de la misericordia de Dios mismo” (EN 27; Estatuto, OMP, 2005).  

En realidad la Buena Noticia o Evangelio es una persona: Jesucristo, anunciado en las Escrituras (1Cor 15,3-5); su Palabra (Mc 1, 15); su persona (Lc 4, 14-30); su obra (Mc 10, 33-34); lo que dicen quienes se encontraron con Él (1 Jn 1,1-4). Y en todos los bautizados, desde el primero hasta el último, actúa la fuerza santificadora del Espíritu que impulsa a evangelizar porque  la fuerza profética de la Palabra sigue viva (VD 102). Y si el “profeta” es el portavoz de Dios, la Pastoral Profética es la instancia que hace resonar esa Palabra Divina en todos los medios y circunstancias a su alcance. Aquí está el ámbito propio de la Pastoral Profética: La primera motivación para evangelizar es el amor de Jesús (buen Pastor) que hemos recibido, esa experiencia de ser salvados por Él que nos mueve a amarlo siempre más y de sentir un intenso deseo de comunicarlo (Cfr EG 264).

El Espíritu divino va impulsando modos distintos en circunstancias diversas a lo largo de la historia, y por eso hoy, a partir de San Juan Pablo II, la Iglesia ha hablado de una Nueva Evangelización, en cuanto al ardor, los métodos y las expresiones que deben tener la Evangelización como única misión de la Iglesia, y que el Papa Francisco también llama “Nueva Etapa Evangelizadora” para subrayar que debe ser más alegre, generosa, audaz, llena de amor hasta el fin y de vida contagiosa! (EG 281),  que lleve a vivir el encuentro y el anuncio de Cristo en la Iglesia ahora y en los próximos años, porque toda auténtica acción evangelizadora es siempre «nueva» (EG 11).

Es importante la Pastoral Profética pues, sentimos como misión urgente descubrir, o redescubrir a Jesús, suscitar la fe en Él, hacerla madurar e integrar a los creyentes en la comunidad donde se vive y actúa. Para ello, teniendo como fundamento la Palabra de Dios, que se proclama, se celebra, y se vive, seguiremos impulsando las cinco actividades propias de la Pastoral Profética: el Kerigma, como primer anuncio para el Encuentro con Cristo e hilo conductor a lo largo de toda formación cristiana; La Catequesis, como educación progresiva y ordenada de la fe; la Homilía, que es la predicación dentro de la liturgia; la Teología, que es la inteligencia de la fe que se predica; y la Acción Profética, con sus tres manifestaciones: anunciar, denunciar y animar la vida cristiana, penetrando el ámbito educativo, transformando la cultura y elaborando una reflexión teológica que madure y vigorice la fe ( Cfr DA 287. 289; DGC 55). Lo cual nos lleva al principal desafío de nuestra Comisión: “formar discípulos misioneros de Jesucristo en todos los niveles, ambientes y lugares, mediante una urgente formación permanente”